Poder sindical
Por Enrique Ayala Mora
5 de diciembre de 2014
Los trabajadores organizados han tenido gran poder social. Los gremios fueron protagonistas importantes de la sociedad colonial y mantuvieron su peso en la vida republicana del siglo XIX. Desde inicios del siglo XX se activaron las organizaciones artesanales y surgieron los sindicatos de obreros y trabajadores modernos que lucharon por reivindicaciones como el derecho a la huelga, la jornada laboral de ocho horas, la seguridad social, entre otras.
Frente a la crisis cacaotera, en los años veinte, las organizaciones de trabajadores se robustecieron y reclamaron sus derechos. Fueron conscientes de que debían pronunciarse sobre la situación nacional, de la que eran las principales víctimas. El movimiento adquirió dimensión política contestataria. En noviembre de 1922 se expresó el poder del pueblo organizado. En su “bautismo de sangre” fueron masacrados cientos en una masiva protesta pacífica de Guayaquil.
En los años siguientes, las organizaciones laborales crecieron, alentadas por las fuerzas de izquierda. Por su parte, la derecha promovió organizaciones confesionales, que en 1938 se agruparon en la Cedoc. En una coyuntura de ampliación de la democracia, en 1944 se fundó la CTE, promovida por socialistas y comunistas. Unos años después, a inicios de los sesenta se fundaría la Ceosl. Las centrales crecieron pero marcharon separadas por sus orientaciones ideológicas.
En los años setenta, las organizaciones sindicales adquirieron conciencia de la necesidad de unirse para luchar por sus derechos y fundaron el Frente Unitario de Trabajadores, FUT, que se constituyó en eje de las reivindicaciones laborales y del pueblo en general, que no solo tenía reclamos puntuales; cuestionaban las políticas del Estado, desde los ochenta dominadas por el neoliberalismo. En los noventa, la fuerza laboral disminuyó con el embate de las políticas de ajuste económico y el desmantelamiento del Estado. Pero se levantó el movimiento indígena, que orquestó el agrupamiento social y la resistencia.
Ahora, cuando el Régimen caudillista agudiza su ataque a los movimientos sociales y presiona por su división, al mismo tiempo que acentúa su proyecto de modernización capitalista, el movimiento laboral se ha reactivado. Reclama por sus derechos, que el Gobierno ha venido reduciendo y ahora pretende violentar con una reforma constitucional. Pero ha recogido también las demandas de otros sectores sociales y las aspiraciones de la ciudadanía en general.
A las movilizaciones convocadas por el FUT y otras organizaciones sociales, no solo acuden sus militantes. Van las masas que en forma creciente se oponen al correísmo y lo están barriendo de las calles. Los trabajadores han ganado espacio como figuras de la oposición social y la unidad de la ciudadanía. Sus dirigentes tienen una gran responsabilidad.
Tomado de la página opinión de diario El Comercio